
María Pemán Domecq y Andrés Pérez-Saborid Sánchez-Pastor
“Doblo las rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda paternidad en el cielo y en la tierra, pidiéndole que os conceda, según la riqueza de su gloria, ser robustecidos por medio de su Espíritu en vuestro hombre interior, que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, que el amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento; de modo que así, con todos los santos, lograréis abarcar lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo, comprendiendo el amor de Cristo, que trasciende todo conocimiento. Así llegaréis a vuestra plenitud, según la plenitud total de Dios” (Ef 3, 14-21).
Estas palabras de San Pablo a los Efesios iluminan la grandeza de la paternidad, y a su vez, la trascendencia que conlleva la misión educativa a la que estamos llamados los padres y en general toda la sociedad.
